viernes, 10 de julio de 2009

No es culpa del Ceneval

El 2 de marzo pasado el Diario publicó un artículo con el título “Incongruencias para aprobar el Ceneval”, en el que el autor hace una invitación abierta. Por considerarlo de interés del lector, con gusto le tomo la palabra.

Por principios de cuenta, se nota que el mismo afán del autor de encontrarle errores a todo lo hace caer en los excesos, abordando temas que desconoce, pues olvida, sobre todo, su compromiso de informar objetivamente sin tomar partido.

Quienes hemos tenido el privilegio de estudiar, sabemos que para ingresar a cualquier ciclo escolar forzosamente teníamos que aprobar un examen de selección. Esta práctica no es nueva, sino un requisito que se aplica desde el siglo pasado.

Con el correr de los años, la modernización trajo consigo la unificación de criterios de selección, creándose el Centro Nacional de Evaluación para la Educación (Ceneval).

Este Centro no obliga ni supedita los exámenes a la toma de cursos. Las empresas o personas que los imparten en principio estaban enfocadas exclusivamente a dar asesorías a estudiantes con problemas en algunas materias. Los dichosos cursos comenzaron a partir de la creación del Ceneval.

La proliferación de “capacitadores” se debe a la “creatividad” del mexicano, que por lo regular saca provecho de todo, para muchos representa su modus vivendi.

Sería irresponsable generalizar, porque en el Estado hay centros que imparten cursos completos, con personal calificado y capacitado. Y en este aspecto hay dos puntos importantes: En general, el estudiantado no posee los mismos atributos, llámense capacidad o inteligencia. Muchos logran sus certificados de secundaria o preparatoria en el primer intento, pero la mayoría requiere de la presentación de exámenes extraordinarios e, incluso, pasan hasta la tercera oportunidad.

Previendo estas contingencias, quienes capacitan por lo regular inician los cursos dos meses antes de concluir el ciclo escolar.

Decir que basta aprobar el examen de Ceneval y que por eso hay que suprimir la educación secundaria y la enseñanza media superior es lo más ilógico que he escuchado. Sería interesante que el autor del artículo arriba citado señale de manera específica dónde está la falla.

Cualquier crítica se puede hacer, siempre que se sugieran medidas para mejorar el proceso.

En relación con la educación, no puedo decir que todo está bien, si tomamos en cuenta que ésta (la educación) está supeditada a la aplicación y al seguimiento de programas a mediano y largo plazos, con el respaldo de tecnología de vanguardia, como la capacitación constante de los profesores, todo encaminado a beneficiar la educación de los estudiantes.

La educación pública, la del Estado, está en manos de una persona preparada, el doctor Raúl Godoy Montañez, quien trabaja buscando una mejor preparación del estudiante.

Y un dato estadístico. A fines de enero pasado, la Dirección de Programas Estratégicos, dependiente de la Secretaría de Educación, otorgó al Centro Superior de Estudios CTM, sector Secundaria, un reconocimiento por haber aportado el mayor número de estudiantes que aprobaron el Ceneval.

En el estado hay colegios como la CTM, Cumbres, Rogers, Modelo y universidades como la Uady, del Mayab, Modelo, CUM y otras más, que se han preocupado por construir un gran capital de enseñanza y una opinión sin fundamento echa a la basura todo ese esfuerzo.

Por ejemplo, nadie puede refutar ni cuestionar que el prestigio de la UNAM, que es una de las mejores universidades del mundo, haya sido un obsequio.

Para concluir, es muy cierto que hay desempleo y subempleo de muchos profesionales, pero las autoridades de educación no son las culpables.

Todos sabemos que a raíz de la devaluación del 94 el gobierno federal no se preocupó por implementar programas para ellos, y menos fue capaz de atraer al inversionista privado generador de empleos.— Mérida, Yucatán.

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