sábado, 11 de julio de 2009

¿Reprobar o no reprobar? SEP, Comipems y Ceneval II

Cuando, en un examen de admisión, selección o ingreso, el 98% de los aspirantes
lo aprueba, difícilmente le podemos bautizar como de admisión. Es más, si la
prepa abierta es una opción real, que lo es, los que transitan al nivel medio y
que provienen de la secundaria, tienen el 100% de probabilidad de cursar el
bachillerato. Lo que tenemos en realidad, por tanto, es un examen de selección.
Es, por ende, un instrumento de la autoridad para "clasificar" o "segmentar" a
los estudiantes. Y como tal hay que verlo y analizarlo. De paso, también, es un
instrumento que nos sirve para medir el nivel general de rendimiento o
"aprendizaje" de la educación secundaria. Que de paso también sea dicho
solamente tiene un grado de aprobación del 36 por ciento. Únicamente este
porcentaje de estudiantes fue admitido en su primera opción.
Lo que sucede detrás de esto es una política educativa, bastante bien oculta,
que por todos lados tiene inscrito el título "todos pasan". ¿Es esto bueno o
malo? Es muy difícil responder porque detrás de esta "carátula" hay un gran
dilema que la autoridad educativa enfrenta. Pasar o "aprobar" a todos mediante
un subterfugio como es el EXANI I, o cualquier otro examen, le da al sistema la
imagen de rigurosidad y calidad; sin embargo, al pasar a todos mediante un
proceso de "segmentación" o "asignación" o "clasificación" lo que en realidad
se hace es crear instituciones de segunda y tercera categoría. Los estudiantes
con malos resultados irán a las instituciones menos demandadas; y como las
instituciones menos demandadas no se pueden dar el lujo de "exigir" altos
resultados, entonces toman lo que les caiga. Y así como fichas de dominó que
tiran unas a otras, algunas instituciones se ven en la obligación de aceptar
alumnos de cuarta, quinta, sexta o "quizás" menor nivel de preferencia. De esta
manera, se eterniza un círculo vicioso donde estudiantes de bajo y muy bajo
rendimiento quedan asignados finalmente a las instituciones de baja calidad
educativa, al menos, instituciones no demandadas por los estudiantes.
Finalmente, los estudiantes van a donde no quieren ir. Estas instituciones,
pues la verdad no les queda de otra, tendrán un ambiente "escolar" negativo en
virtud de que estarán repletas de estudiantes de muy bajo rendimiento. La
política "todos pasan" entonces se revierte fuertemente a la autoridad y se
convierte en un instrumento perverso. Pues al final de cuentas, son
precisamente los estudiantes de bajo desempeño los que necesitan las mejores
instituciones, los mejores maestros, el mejor ambiente. Por tanto, clasificar
así, termina en segmentar y perpetuar las malas condiciones educativas de este
grupo de estudiantes, que al final termina marginado.
¿Qué se puede hacer? En realidad dadas las condiciones de la educación básica
en general en el país, se puede hacer muy poco. Las autoridades educativas del
nivel medio heredan un enorme problema del nivel básico. En el fondo no les
queda de otra que trabajar con los estudiantes que el sistema arrastra desde la
primaria hasta la secundaria. Así que en un sentido muy estricto, estas
autoridades educativas o escolares del nivel medio no controlan y, por tanto,
no pueden cambiar "la realidad" en el corto plazo. Pero mientras el país
resuelve el enorme problema de la baja calidad de la educación básica, ¿Qué
pueden hacer las autoridades educativas del nivel medio y las escuelas del
nivel de bachillerato del país?
Las autoridades han realizado esfuerzos para mejorar "la imagen" y la realidad
de las instituciones menos demandadas a través de la inyección de más recursos,
de nuevos programas de estudios, como los recientes aprobados en Conalep y en
los bachilleratos tecnológicos en donde se trata de hacer converger la opción
bivalente en una sólo plan de estudios. La mejor medida del éxito de este
esfuerzo será cuando estas opciones que hoy soy de segundo, tercero, cuarto o
quinto nivel de preferencia de los estudiantes, suban en la escala de selección
de los jóvenes estudiantes. Al final de todo el proceso, el objetivo de este
tipo de política educativa debe ser que la decisión de los estudiantes responda
a su vocación e interés y no a la oferta de un platillo conocido como ¡es lo
último que queda! Ante este indeseable equilibrio, es mucho mejor la "prepa
abierta" o un "Acuerdo 286" mejorado que cualquier alternativa escolarizada.
La salida a este dilema nunca debe ser sustituir los exámenes de admisión, de
ingreso o selección por pase directo. El Ceneval, o sus exámenes, no son la
causa de la mala educación de México, nada más lejos de la verdad. Los exámenes
son un instrumento de medición, eso es todo. El examen o la valuación, por se,
no mejoran la calidad. Para eso se requiere mucho, pero mucho más.

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