lunes, 27 de julio de 2009

Riesgo de educación patito en instituciones transfronterizas

La demanda de educación internacional se incrementará de 1.8 millones de estudiantes que hubo en 2000 a 7.2 millones en 2025, debido en buena medida a la incapacidad que tendrán algunos países para cumplir con las necesidades internas, así como al creciente interés por obtener un grado reconocido internacionalmente para realizar estudios posteriores o trabajar en otros países. Ante esta situación, Jane Knight, investigadora del Ceneval, advierte que, “la existencia de proveedores transfronterizos no reconocidos y falsos, el hecho de que gran parte de la más reciente oferta educativa transfronteriza está motivada por intereses comerciales y de que los mecanismos para reconocer los grados y asegurar la calidad de los cursos y programas todavía no están instrumentados en muchos países”, son parte de los grandes retos que debe afrontar con urgencia el sector educativo. En su artículo Reconocimiento de Grados de Programas y Proveedores Transfronterizos, entregado al Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior (Ceneval), Knight destaca que la demanda de educación superior internacional en los próximos 20 años, que revela el Global Student Mobility 2025 Report, elaborado por IDP Education Australia, “entraña grandes retos y oportunidades en especial para el reconocimiento de grados. “Las instituciones de educación superior tradicionales ya no son las únicas proveedoras de cursos y programas académicos en su país o más allá de las fronteras del Estado-nación. Los conglomerados internacionales, las compañías de medios y de tecnología de la información, las nuevas sociedades de entidades públicas y privadas están cada vez más involucrados en la oferta educativa nacional e internacional”, señala la especialista. Es relevante, dice, el trabajo realizado en muchos países, en la última década, por establecer sistemas de evaluación y acreditación de las instituciones nacionales tradicionales, pero advierte que aún no están preparados para registrar, facultar o evaluar la calidad de los programas y grados transfronterizos que ofrecen las instituciones y proveedores extranjeros, “algunos de los cuales son compañías privadas con fines de lucro”. “Nuevos mecanismos y marcos regionales e internacionales son necesarios para complementar y fortalecer la capacidad nacional de las entidades gubernamentales, no gubernamentales y profesionales para enfrentar este reto”, agrega. La investigadora del Ceneval, con permiso sabático del Ontario Institute for Studies in Education de la Universidad de Toronto, afirma que “el deseo de disponer de un nivel de acreditación, está generando una comercialización del aseguramiento de la calidad y de la acreditación, ya que los programas y los proveedores se esfuerzan por coleccionar tantas ‘estrellas’ de acreditación como sea posible para incrementar su competitividad y su presunta legitimidad internacional. “¿Cómo distinguir entre acreditadores legítimos y falsos? Ese es el reto, en especial cuando ni el proveedor transfronterizo ni el acreditador están establecidos en el territorio nacional o han sido reconocidos como parte de un sistema educativo nacional”, añade la experta. En su análisis, Jane Knight destaca el lado positivo de la internacionalización de la acreditación, es decir del reconocimiento de los programas educativos entre los países, “en especial entre los profesionistas regulados”, pero advierte que “motivos comerciales y de competitividad han impulsado a ciertas instancias a obtener más puntos de acreditación, lo que genera procesos inapropiados y poco confiables de aseguramiento de la calidad. “El crecimiento del volumen, del alcance y de la dimensión de la educación transfronteriza tiene el potencial suficiente para ofrecer un mejor y mayor acceso y para promover la innovación y la receptividad de la educación superior, aunque también conlleva nuevos retos y consecuencias inesperadas. “Es importante valorar el gran potencial de la educación transfronteriza, pero no a expensas de la calidad académica o del reconocimiento de grados tanto para el trabajo académico como el profesional, en los ámbitos nacional e internacional”, concluye la investigadora.

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